Por el hecho de que como el cuerpo sin espíritu ha muerto, de esta manera asimismo la fe sin proyectos está fallecida.
¿Cuál es el nivel de nuestro pecado? Al estimar esta pregunta, sería útil rememorar la naturaleza tripartita de nuestro ser. En el momento en que la Biblia nos comunica que fuimos conformados a la imagen de Dios, lo que significa es que fuimos conformados como una trinidad, de manera equivalente a de qué manera Dios es una trinidad. Dios existe en tres personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Beato. No obstante, Dios es Uno. Del mismo modo, todos nosotros es una trinidad, construída como un solo cuerpo, solo una alma y un solo espíritu. No obstante, todos nosotros asimismo es una cosa.
El hombre desarrollado por Dios era especial en lo que se refiere a su espíritu, su alma y su cuerpo, era el punto mucho más prominente de toda la creación. Pero la Caída afectó cada una parte de su espléndida naturaleza tripartita. Para ser mucho más concretos, su espíritu murió, pues se interrumpió la comunión con Dios; su alma empezó a fallecer, pues empezó a engañar, mentir y matar; y su cuerpo por último debe fallecer, por el hecho de que, como ha dicho Dios: «Polvo eres, y al polvo te convertirás» (Gén. 3:19).
Chamanismo y pérdida de ánimas
En chamanismo no charlamos de ánimas perdidas, sino más bien de pérdida de ánimas; un término afín, si bien no idéntico. Esto sería una parte de lo que lleva por nombre «patología del susto», o sencillamente «susto». La psiquiatría lo reconoce como un síndrome cultural.
Lo que caracteriza la pérdida del alma es la sensación de no ser uno mismo o de que hay unas partes de uno mismo que se han escondido o perdido. A consecuencia de esto, se pierde energía y vitalidad. También, se experimenta una fuerte sensación de vacío y ansiedad, la mayoria de las veces acompañada de depresión y cansancio.
La intención de Dios para las tres unas partes del hombre
En este momento leamos la última sección de la nota, que enseña la intención de Dios para las tres unas partes de nuestro ser:
)” En el espíritu, Dios mora como Espíritu; en el alma mora nuestro yo; y en el cuerpo habitan los sentidos físicos. Dios nos santifica primero al tomar posesión de nuestro espíritu, por medio de la regeneración (Juan 3:5-6); entonces, extendiéndose como Espíritu vivificante desde nuestro espíritu a nuestra alma para saturarla y convertirla (Romanos 12:2; 2 Corintios 3:18); y, por último, vivificando nuestros cuerpos fatales a través de nuestras ánimas (Rom. 8:11, 13) y transfigurando nuestros cuerpos con el poder de Su historia (Fil. 3:21).