La diferencia entre Curación y Milagro: La curación transporta un desarrollo, pero los milagros son instantáneos.
Los dones del poder son la curación, los milagros y la fe. Configuran la continuidad del ministerio de clemencia de Jesús hacia los necesitados. La mayor parte de la multitud está interesada en los dones de sanidad pues la necesidad está muy popularizada. Es simple entender que se encuentra dentro de los regalos que mucho más favorece al hombre en su historia. De los nueve dones, es con bastante el mucho más recibido por el cristianismo. Fue el Señor Jesús quien le dio la preeminencia que tiene, en tanto que el 90 por ciento de su ministerio en la tierra lo dedicó a sanar a los enfermos. La primera instrucción que dio a sus acólitos fue: “¡Sanad a los enfermos!” (Mateo diez:8.) No obstante, en el periodo entre su resurrección y su ascensión, la Biblia no registra que Jesús efectuara ninguna curación. A lo largo de esos 40 días pasó una gran parte de su tiempo enseñando y mejorando a sus acólitos para seguir el ministerio que había empezado. Justo después de Pentecostés, los primeros fieles prosiguieron con el ministerio de Jesús, sanando a los enfermos, resucitando a los fallecidos y expulsando a los espíritus repulsivos. El ministerio de sanidad de Jesús continuó a lo largo de prácticamente 2 mil años y seguirá hasta el momento en que regrese a la tierra. Jesús nos dio esta enorme promesa: “El que cree en mí, las proyectos que yo hago asimismo las va a hacer; y va a hacer cosas aún mayores, pues yo voy al Padre.” (Juan 14:12.) Los dones de sanidad están premeditados a sanar lesiones, inconvenientes físicos o mentales y anomalías de la salud generalmente, sin la asistencia de los medios naturales de la capacidad humana. Son manifestaciones del Espíritu Beato que, movidos por la clemencia y canalizados a través del humano, asisten en asistencia de los necesitados. El pueblo utilizado por Dios como sus conductores para ejercer la sanidad; No tienen que esperar «tener» estos dones, ni tienen que reclamar el título de «sanaderos», sino más bien percatarse de que alguno de los nueve dones podría manifestarse mediante ellos, en el instante en que el Espíritu Santurrón de esta manera lo dispusiese. pretensiones de la gente que te cubren. Hay una interdependencia real entre Dios y el hombre en todo lo relacionado con los dones del Espíritu. Por poner un ejemplo, si estamos impulsados a rezar por un amigo, debemos subirnos a nuestro coche, proceder a la vivienda del amigo, charlar de de qué manera Jesús sana el día de hoy, rezar con el amigo y Jesús sanará. Un espectador podría decir: «Ah, semeja que lo hicieron todo». En verdad, al comienzo éramos “presentes”, reportando lo que Jesús puede llevar a cabo; entonces un «mensajero», trayendo el don de Jesús, por medio de la morada del Espíritu Santurrón. Dios nos guía y nos emplea en su labor, pero Jesús es el sanador. Nos divertimos del privilegio de ser ayudantes adjuntado con el Señor Jesús. Tras la ascensión y Pentecostés, la Escritura nos comunica que los acólitos «… saliendo y predicando en todas y cada una partes, ayudándoles el Señor y ratificando la palabra con las señales que proseguían». (Marcos 16:20) No es requisito que un católico haya recibido el bautismo del Espíritu Beato para rezar por los enfermos, ni visto que un individuo haya orado con resultado positivo por un enfermo es señal de que ha recibido el bautismo del Espíritu Beato. . Jesús ha dicho: «Estas señales proseguirán a los que creen… sobre los enfermos van a poner las manos y sanarán». (Marcos 16:17-18.) Cualquier fiel puede rezar por un individuo enferma y verla sanada por el poder de Jesús. No obstante, y en términos en general, el don de curación actúa tras recibir el bautismo en el Espíritu Beato, conforme incrementa la fe, y solo entonces el católico empieza a ministrar a los enfermos. Como el resto dones, el don de curación se expresa con mucha mayor intensidad y situación tras recibir el Espíritu Santurrón. Se frecuenta comprender por «imposición de manos» tocando la cabeza del tolerante con una o las dos manos mientras que se reza. No es un acto mágico, pero es bíblico. Como afirma Oral Roberts, forma un «punto de contacto» a fin de que el enfermo «deje salir su fe». Asimismo puede ser un medio por el que se encauza el poder efectivo del Espíritu. La Biblia afirma que tenemos la posibilidad de imponer las manos sobre los enfermos, y lo hacemos. No obstante, apreciamos que Jesús oró por los enfermos de muchas formas distintas. En ocasiones les imponía las manos o les tocaba los ojos o los oídos; en otras ocasiones su aliento los volaba; ahora ocasiones no hacía un ademán, solo afirmaba una palabra y los enfermos se curaban. En varias oportunidades les mandaba realizar algo, como acto de fe. Una vez frotó los ojos de un hombre con barro y le ordenó que se lavase. Y a ciertos leprosos todo cuanto les afirmaba era: “Id, mostraos a los curas” (departamento de salud), y en el momento en que se volvían para irse, ¡fueron sanados! A propósito, debemos llamar la atención sobre todas y cada una la gente que sufren anomalías de la salud que necesitan régimen médico y están sostienes a medicación. Recomendamos a estas personas que no suspendan el régimen concreto (contra la epilepsia, la diabetes, los inconvenientes cardiacos, por poner un ejemplo) antes de «proceder a presentarse a los curas» -los médicos- que deberán garantizar la curación. Lo mismo se aplica a la gente con tuberculosis o cualquier otra patología infecciosa, que fueron sanadas por Jesús a través del don de curación. En la epístola de Santiago, leemos de curaciones efectuadas a los enfermos «ungiéndolos con aceite» (Santiago 5:14-15) y en contestación a sus frases altas en fe. Los jubilados, los líderes de la congregación, efectúan la unción mientras que oran por los enfermos de esa congregación particularmente. Los acólitos ungieron con aceite y oraron por los enfermos. (Marcos 6:13.) En la Biblia, el aceite representa entre los símbolos del Espíritu Santurrón. «Unción» significaba verter aceite (por norma general aceite de oliva) sobre la persona enferma mientras que se rezaba por ella. Hoy día, la práctica se disminuye a tocar con aceite la frente del tolerante. La epístola de Santiago prosigue diciendo: «La oración de fe salvará (sanará) al enfermo, y el Señor lo va a levantar…» (Santiago 5:15). Tenga presente la naturaleza incondicional de la promesa. En las Escrituras no podemos encontrar ningún mandamiento que nos fuerce a finalizar la oración de curación con esa asoladora oración de fe que afirma: «Si es tu intención». Dios dejó claro en su Palabra que es su intención sanar a los enfermos, con lo que se deja de lado todo cuanto dicen sobre esto. Jesús jamás usó la manera condicional en el momento en que rezaba por los enfermos. Él nos mencionó que debemos opinar que vamos a recibir la contestación a nuestras frases aun antes de rezar. (Marcos 11:24.) Ciertos nos recuerdan que Jesús oró en Getsemaní diciendo “Padre, si deseas…” o “no se realice mi intención, sino más bien la tuya”. Pero esta es una situación completamente diferente. Jesús sabía cuál era la intención del Padre. Él vino al planeta con el único propósito de fallecer por nuestros errores y resucitar para nuestra justificación. La oración se refería a su renuencia a sentirse separado de la cariñosa comunión con su Padre que ocurriría a lo largo de las dolorosas horas de la cruz en el momento en que cargó con el pecado de toda la raza humana. Y tratándose de sanidad, entendemos cuál es la intención del Padre: «Yo soy Jehová, el sanador». (Éxodo 15:26.) “El que sana tus patologías.” (Salmo 103:3) “Extirparé toda patología de entre nosotros.” (Éxodo 23:25.) ¡Ciertos confían en que Jesús podría sanar, pero no están tan seguros del Padre! Una vez, Dennis fue invitado a conocer a una mujer dificultosamente enferma que había sido dejada por los médicos. En el momento en que entró en la habitación, ha podido ver que ella se encontraba muy, enfermísima. Pálida y desmejorada, no obstante, tenía un bello brillo en su rostro. Con una sonrisa, le ha dicho a Dennis: «Deja de preocuparte. Estoy reconciliado con dado que esta es la intención de Dios. ¿Qué podría contestar él a eso? Lo mandaron a rezar por su restauración, y ella se encontraba segura de que Dios deseaba que muriera, le ha dicho: – No puedo debatir contigo en instantes como estos, pero por favor respóndeme una pregunta: si exactamente el mismo Jesús entrara en esta habitación, ¿qué piensas que haría?, ¡me sanaría! Dennis asintió. ¿Tienes alguna duda sobre esto? Sacudió la cabeza en un ademán negativo. -Bien. Jesús mencionó que solo hacía las cosas que veía realizar al Padre, o sea, no hacía nada por sí solo. (Juan 5: 19.) Asimismo mencionó que él y su Padre estaban tan cerca, tal y como si fuesen uno, y que si lo hubiésemos visto, habríamos visto al Padre. ¿De qué manera puedes decir, entonces, que Jesús la sanaría, pero ¿Es intención del Padre que ella muera de esta patología?- Meditó un rato y después su rostro se alumbró mucho más de lo que lo hacía.- Comprendo bien lo que deseas. decir. Y en este momento si tengan la posibilidad de rezar por su sanidad. Una señora nos contó su experiencia. “En el momento en que se encontraba dificultosamente enfermo, múltiples personas rezaban conmigo, pero en el final siempre y en todo momento agregaban las expresiones “si fuera tu intención, Señor”. Me angustiaba toda vez que escuchaba esa oración. El día que recobré mi salud fue el día en que una de aquellas personas oró con verídica fe. He estado aguardando oír la oración “si fuera tu intención”, pero ¡alabado sea el Señor! Él no ha dicho eso.” Si no tenemos la posibilidad de rezar por un individuo enferma de forma segura y fe, debemos abstenernos de rezar hasta el momento en que tengamos la posibilidad, o solicitarle a alguien mucho más que lo lleve a cabo. No es requisito que elevemos largas frases por el enfermo fe que se requiere para pronunciarlo, basta solo una palabra imperativa para conseguir el resultado esperado: «¡Sana, en el nombre de Jesús!» Jesús sanaba con un toque o una palabra, la mayoria de las veces con una orden: «Sé limpio», ha dicho al leproso.Ha dicho al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.» Mandó a los oídos del sueco: «Ábrete.» Al hombre con la mano seca, mandó: «Estira tu mano” y la mano fue restaurada a la salud Note que en la lista de 1 Corintios 12:9 Pablo charla de “dones de sanidades” y no “dones de sanidades.” Los relata tres ocasiones en el capítulo y en todos y cada caso los dos sustantivos son plurales, la traducción así sería: “Dones de sanidad.” Y es lógico que de esta manera sea, como existen muchas patologías, se precisan varios dones. Entre las mucho más bellas promesas de sanidad, refiriéndose a Jesús como nuestro Sanador, es la que afirma: “Él fue herido por nuestras vulneraciones, molido por nuestros errores; el castigo que nos trajo la paz fue sobre él, y por su herida fuimos curados.” (Isaías 53:5.) Y tenemos la posibilidad de decir con Pedro lo que ha dicho viendo hacia atrás en la crucifixión: «Por cuya herida fuisteis sanados». (1 Pedro 2:24.) Las treinta lesiones en la espalda de Jesús representan la curación de todas y cada una nuestras patologías. De la misma con los otros dones, a ciertos cristianos se les da el ministerio de sanidad, y con cierta frecuencia se utilizan de esa forma. Y no es extraño ver, en este ministerio, que es mucho más efectivo rezar por determinadas patologías particularmente. Por poner un ejemplo, un amigo nuestro hace un ministerio poderoso para la artritis reumatoide, otro para el mal de muelas, etcétera. Quizás de ahí que Pablo charla de «dones de sanidad». Ciertos han creado este ministerio de forma destacable, a resultas del como cientos de personas fueron sanadas y ayudadas. Nos encontramos intensamente agradecidos a estas personas dedicadas y dedicadas a Dios. Y va a ser aún mucho más magnífico en el momento en que un número creciente de hijos de Dios tomen la idea y obedezcan el orden de «sanar a los enfermos». En toda congregación donde sus integrantes recibieron el bautismo en el Espíritu Beato, hay personas con un ministerio de sanidad latente. Un individuo puede ser sanada por la fe de otra en el momento en que está bastante enferma o enclenque para ejercer su fe (Marcos 2:3-5), aun en el momento en que está inconsciente o en coma. La sanidad puede suceder solo por la fe de la persona enferma (en Jesús) (Mateo 9:22, 29) o por la fe combinada de la persona enferma y el ministro. (Marcos 5:25-34.) Esta última, evidentemente, es la situación mucho más deseable. Siempre y cuando resulte posible, es esencial darse bastante tiempo para hacer mas fuerte la fe de los enfermos antes de imponerles las manos para curarlos. Esto se puede llevar a cabo distribuyendo pasajes de la Biblia que mencionan a la sanidad y distribuyendo testimonios personales. Ahora se lo afirmaba el apóstol Pablo, escribiendo a los Romanos: “La fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”. (Romanos diez:17). Debemos dejar en claro que no requerimos depender de la fe del resto, y que la Palabra de Dios basta para nosotros. Rita se encontraba distribuyendo su testimonio con un conjunto de mujeres en un hogar en Spokane, Washington en 1965 en el momento en que sonó el teléfono. Era una señora llamada Juanita Beeman. La señora de la vivienda le presentó a Rita por teléfono y ella se percató del inconveniente. Juanita tenía un inconveniente cardiaco que se manifestaba con taquicardia (aceleración de los latidos del corazón) gracias a la instalación de un marcapasos electrónico. Más allá de que habían pasado múltiples meses desde la operación para establecer el dispositivo, debió mantenerse en la cama en reposo absoluto. Su corazón se encontraba dilatado y quincenalmente había que extraerle el líquido que absorbía y que se depositaba cerca del corazón, por la presencia del aparato que actuaba como cuerpo extraño. Le solicitó a Rita por teléfono que fuera a su casa a rezar por ella. Por la mañana se percató de que eran reales fieles. Tras comunicar los pasajes de sanidad y charlar sobre las distintas sanidades que ella había presenciado, oraron. La existencia de Dios se realizó tan clara y vigorosa que todos se conmovieron hasta las lágrimas. Múltiples días después, en el momento en que Juanita entró al consultorio del médico (antes, por su debilidad, debió ser transportada en silla de ruedas), este le preguntó asombrado: -¿Qué ocurrió? Ella le respondió feliz: – ¡Dios responde las frases, doctor! El médico la examinó y halló que su corazón se había achicado a su tamaño habitual y que no había mucho más líquido depositado. Desde ese momento, Juanita ha vivido una vida feliz y activa. En el momento en que oramos por los enfermos, tanto ellos como nosotros debemos sentirnos animados. Smith Wigglesworth aseguró que jamás sintió el poder de Dios tan cerca como en el momento en que rezaba por los enfermos. Frecuentemente tuvo una visión de Jesús en el momento en que se encontraba orando fervorosamente por sanidad. Asimismo descubrió la relevancia de nuestro ambiente en el momento en que oramos. ¡Entendemos que vimos a un tolerante verdaderamente tomado por la televisión, con los ojos pegados a la pantalla, y solamente pudimos persuadirlo de que apagase la televisión para decir una oración de curación! Si las situaciones están bajo nuestro control, debemos insistir en remover todas y cada una de las dispesiones, no solo a lo largo del tiempo de oración, sino más bien en especial después y, si es viable, antes. Smith Wigglesworth, si pudiese, solicitaría a los descreídos que abandonasen la obra antes de prestar la oración de curación. Eso es lo que logró Jesús en el momento en que resucitó a la hija de Jairo de entre los fallecidos. (Marcos 5:38-40.) Como es natural, todas y cada una estas acciones tienen que tomarse con amor. La gente que se sienten llamadas a rezar por los enfermos deberían tomarse el tiempo para hacerle una pregunta a Dios de qué manera seguir. Otros dones del Espíritu, como la palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento, se manifestarán adjuntado con los dones de sanidad. Probablemente halla algo en la vida de la persona enferma que esté impidiendo la curación, y esto puede ser revelado por la palabra de sabiduría. El don de la palabra de sabiduría puede ser un enorme constructor de fe. En ocasiones el Señor le hace entender a un católico que otro padece de una patología. En el momento en que los dos cristianos distribuyen este conocimiento, infundirá a la persona enferma una enorme seguridad y la fe que se requiere para recibir la curación que se le da. Varios evangelistas sanadores confían bastante en la palabra de sabiduría para edificar la fe, y conforme el Señor manifiesta la necesidad, la gente son sanadas adondequiera que estén, sentadas o parado, sin precisar absolutamente nadie particularmente. Oficia con ellos individualmente, además del Señor. La fe, como es natural, es el don más esencial en el ministerio de sanidad. Hay instantes en que el don de la fe va a ser tan fuerte que entenderemos, aun antes de rezar, que la persona va a ser sanada. Es esencial explicarle al tolerante que en el momento en que se le imponen las manos, debe dar libertad a su fe y recibir sanidad. Como hemos dicho antes, la sanidad de Dios puede proceder de un toque, una palabra o algún otro acto de fe. Varias personas fueron sanadas al percibir la radio en el momento en que un evangelista platicaba sobre la sanidad. Esto ocurrió últimamente a lo largo de una transmisión de radio en Seattle, Washington, más allá de que no lo insinuó. Un toque de radio le dio brida suelta a su fe y fue sanado. Personas en sitios lejanos fueron sanadas por las frases de sus amigos (Mateo 8:8), si bien no sabían que los amigos estaban orando. Un conjunto de integrantes de la Iglesia Episcopal en Van Nuys, California, rezaba por un amigo que padecía de un absceso dental masivo. Mientras que rezaban, sonó el teléfono: ¿Qué pasa allí? preguntó la mujer. ¡De súbito estoy curado! La Biblia registra otros casos expepcionales de sanidad sencillamente realizando pasar la sombra de un individuo sobre la persona enferma (Hechos 5:15) o dándole al enfermo ropas o delantales que fueron tocados por el pueblo utilizado por Dios para ese ministerio de sanidad. la salud. (Hechos 19:11-12) No es necesario decir que estas cosas tienen la posibilidad de ser mal usadas o abusadas, pero precisamente existen y verdaderas. Además de esto, repetimos, proponen la posibilidad de desatar la fe. Conocemos casos actualmente donde alguien puso un pañuelo bendito en contacto con el cuerpo del tolerante – sin el saber del tolerante – y el tolerante fué sanado. En un caso así, obra la fe de la persona que trae el objeto bendito y que es el canal que emplea Dios para la curación. Entendemos por la Biblia que Dios desea que su pueblo sea terminado en espíritu, alma y cuerpo. Por extraordinaria que sea la curación física, entendemos que nuestra vida en este mundo no es mucho más que una gota en el océano de la eternidad. Por consiguiente, como es simple de comprender, la curación más esencial es la curación del alma y del espíritu, puesto que esto tiene un valor eterno. No obstante, con frecuencia, en el momento en que el hombre interior recibe la salvación de Dios, hay una reacción en cadena por la que la santidad de Dios infunde salud en el espíritu y el cuerpo. La carta a los Romanos afirma esto: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los fallecidos, vas a ser salvo». (Romanos diez:9.) En heleno, la palabra que traducimos como “socorrer” es sozo, que significa ser sanado, protegido del daño, guardado en un espacio seguro o salvado de la desaparición eterna. Es una palabra que abarca varios conceptos y se aplica no solo al espíritu, sino más bien asimismo al alma y al cuerpo. En el momento en que Ananías oró por Pablo, fue sanado de su patología física y bautizado en el Espíritu Beato prácticamente simultáneamente. (Hechos 9:17-18.) Y entendemos que estas cosas suceden el día de hoy. La oración en la lengua dictada por el Espíritu Santurrón (charlar en lenguas) puede sanar, en tanto que el Espíritu Beato nos guía a rezar por nuestras debilidades y anomalías de la salud y por las pretensiones del resto. (Romanos 2:26.) Comentamos, según Santiago 5, las pautas para ungir a los enfermos con aceite y sugerir la oración de fe. Asimismo apreciamos que Santiago afirma: «Si ha cometido errores, le van a ser perdonados». (Santiago 5:15.) La patología, como la desaparición, se causó como producto de la caída del hombre. Pero el Señor Jesús dejó en claro que sólo algunas de las patologías son el resultado directo del pecado en la vida de un individuo. Los acólitos le preguntaron sobre el ciego contado en Juan 9: “¿Quién pecó, este o sus progenitores, a fin de que naciese ciego?” La contestación de Jesús fue contundente: «No es que este haya pecado o sus progenitores, sino las proyectos de Dios se manifiesten en él». (Juan 9:3.) Pero en otras oportunidades, Jesús establece una conexión directa entre los errores del sujeto y su patología. En Lucas 5 leemos sobre de qué forma 4 amigos acostumbraban a llevar a un paralítico a donde se encontraba Jesús. Como primer paso, Jesús le ha dicho al paralítico: “Hombre, tus errores te son perdonados”. Entonces le ordenó que se levantara y se fuera a casa. En Juan 5, Jesús sana a otro paralítico, pero en esta ocasión le advierte: «No peques mucho más, a fin de que no te ocurra algo peor». (Juan 5:14.) En el momento en que oramos por los enfermos, debemos ser siendo conscientes de que el pecado sin arrepentimiento, el resentimiento profundo o una mala actitud tienen la posibilidad de entorpecer y también evitar la curación. El Libro de Oración Común, en la parte pertinente al servicio de conocer a los enfermos, da las próximas advertencias: “Entonces se exhortará a los enfermos a llevar a cabo particular confesión de sus errores, si sienten preocupación de conciencia; tras tal confesión, y con la prueba de tu arrepentimiento, el ministro les asegurará la clemencia y el perdón de Dios.” 1 Es buena política, antes de rezar por un individuo enferma, hacerle una pregunta si «siente preocupación de conciencia» y, de ser de esta forma, encaminarla al arrepentimiento y la confesión de su pecado, como siempre y en todo momento lo vamos a hacer. 2Dondequiera que se mueva el Espíritu Santurrón, va a haber sanidad. Dios no se gloria en la patología de su pueblo, como enseñan equivocadamente ciertos, sino más bien, por contra, en su curación. En el momento en que Pablo nos comunica que “se gloriará en sus debilidades” (lo que no significa siempre debilidad física o patología), significa que su debilidad le da a Dios la posibilidad de probar su poder. Los hombres son traídos a Jesús el día de hoy y experimentan su poder sanador, como lo fue en los días del Nuevo Testamento. La sanidad física del descreído debe llevarlo a Jesús como su Salvador. Ya que durante los años, e inclusive el día de hoy, muchas iglesias dejaron de proclamar la realidad de que Jesús sana el día de hoy, han surgido falsos cultos que exhiben un género de sanidad que no es bíblica y no gloria a Jesús.
Por otra parte, varias iglesias de todas y cada una de las designaciones, que se están moviendo en la dirección atractiva, ven poco a poco más casos de curación. Ciegos recobrando la visión; cataratas que se disuelven (¡e inclusive caries vacías que se llenan!); oídos suecos que oyen; tumores que desaparecen; huesos fracturados que sanan en el instante; patología del corazón curada; esclerosis múltiple, tuberculosis, cáncer, parálisis, artritis reumatoide y todas y cada una de las patologías que afectan al cuerpo humano y son curadas por el toque de la mano del Profesor. Ciertas de estas curaciones fueron instantáneas, ciertas progresivas, ciertas parciales. En aquellas oportunidades en que aguardábamos ver una cura y no la hemos visto, no fue culpa de Dios, sino más bien del hombre. Somos muy veloces en decir, “Dios no logró esto. No pienso que esté presto a sanarme». No obstante, la Palabra de Dios nos afirma que lo está, y en este preciso momento.3 La multitud afirma: «Yo creería en la curación si viese un caso en el que el médico tomó una radiografía». entonces oró, entonces el médico tomó otra radiografía para demostrar que verdaderamente se encontraba curado». 3 Las Escrituras garantizan salud al fiel. Por otra parte, por múltiples causas, los fieles en ocasiones se enferman. No obstante, la promesa es que, si nos enfermamos, Dios nos sanará.Ciertos dicen: «Pero no van a vivir para toda la vida. Cualquier día deberán fallecer». Es cierto. Pero al pueblo de Dios se le asegura extendida vida, y en el momento en que vamos a la vivienda de nuestro Padre, no requerimos ir con patología y mal. En Génesis 25:8 leemos que: “Y sopló su espíritu, y murió Abraham en buena vejez, viejo y lleno de años, y se unió a su pueblo”. Varios de estas situaciones están correctamente registrados y archivados, con la curación con perfección corroborada por pruebas médicas, con radiografías, análisis de laboratorio, etcétera. Lamentablemente, esos que requieren tal prueba jamás la procuran. Jesús ha dicho: «Si no escuchan a Moisés ahora los profetas (quienes precisamente fueron presentes de las curaciones de Dios), no se convencerán ni si bien alguno resucite de entre los fallecidos». (Lucas 16:31.) La mejor forma de estudiar sobre la sanidad es empezar a rezar por los enfermos. Pidámosle a Dios que nos asista en esta resolución y paseemos en la fe. Ciertos saben cuándo rezar por un enfermo por su testimonio interior; otros aprecian calor en sus manos; otros tienen la posibilidad de enseñar una compasión trascendente. No debemos depender solo de estas señales ajenas, sino si afirman la percepción interior de nuestro espíritu, vamos a tener 2 testimonios para reclamar la curación de Dios, especialmente si las situaciones nos benefician orando por los necesitados. En el momento en que ocurra la sanidad, demos gloria a Dios y llevemos a Jesús a la persona sanada si aún no la encontró. Las señales nos proseguirán mientras que seguimos viendo al Señor Jesús y continuando en Su cariñosa comunión.
Milagros en el Nuevo Testamento
– Lc 13,diez – Mujer encorvada a lo largo de 18 años;
– Lc 18,35 – el ciego de Jericó;
Propósito del Tema
Reportar al acólito que las sanidades, milagros y prodigios divinos están actuales el día de hoy y al alcance de todo el que que crea para probar el poder del evangelio, robusteciendo su fe y glorificación del nombre de Dios Suponemos en la sanidad divina mediante la obra salvadora de Cristo. La sanidad divina es una sección integral del evangelio. La liberación de la patología se dio en la Expiación y es el privilegio de todos y cada uno de los fieles (Isaías 53:4, 5; Mateo 8:16, 17; Santiago 5:14–16; 1 Pedro 2:24).
Desde la temporada de los Apóstoles hasta hoy, hubo personas que confiaban implícitamente en el Señor Jesús para la sanidad de sus cuerpos, y donde había fe se hacían milagros en el nombre del Señor Jesús , afines a los registrados en las páginas sagradas del Nuevo Testamento.
Predicación – ¿Cuál es la diferencia entre sanidades y milagros? 1
Un milagro sucede al momento, se aprecia a los sentidos; mucho más bien, la curación es progresiva. Por consiguiente, el milagro genera un cambio que va alén de la curación. En testimonios precedentes vimos, por servirnos de un ejemplo, que Dios restauró el desempeño del sistema sanguíneo, esto es, sanidad; en cambio, en el milagro, Dios creó algo que no existía físicamente, era el cuerpo de un individuo.
Creo que la diferencia entre sanidades y milagros es como la de Batman y Superman. Ambos son geniales, pero tienen poderes diferentes.
No me queda claro cuál es la diferencia exacta entre el don de sanidad y los milagros. ¿Alguien sabe?
Bueno, en mi opinión, el don de sanidad es más como curar enfermedades, mientras que los milagros son más como actos sobrenaturales. ¿Qué piensan ustedes?
¡Vaya! La diferencia entre sanidad y milagros es como decidir entre pizza o hamburguesa. Ambos son geniales, pero ¿cuál te llena más? 🍕🍔
Pues, yo prefiero la sanidad sobre los milagros. La pizza es deliciosa, pero la hamburguesa me llena más. Al final, cada uno tiene sus preferencias, ¿no? 🍕🍔